Cuando aprieta el calor en verano, no hay nada como echar un par de días en el norte. Si te alojas en un pueblecito de la costa, pues mejor. Y si además es un destino con una belleza que se sale de los tops, ¿qué más puedes pedir para una escapada veraniega de diez?
1. Hondarribia
Ya lo dicen los viajeros que recorren la costa vasca: Hondarribia es uno de los poblados pesqueros con más encanto de Euskadi. Desde el puerto hasta el casco antiguo, las calles hondarribiarras rezuman color y tranquilidad, además de aromas culinarios procedentes de los restaurantes.
De hecho, una escapada exprés a Hondarribia te asegura un par de días de buena comida, puede que la mejor de toda la región. Si quieres saborear obras de arte gastronómicas dignas de un chef donostiarra a un precio más que asequible, los locales de pintxos de Hondarribia te encantarán.
Si las cosas buenas vienen en tarros pequeños, Santillana del Mar es el mejor ejemplo. Este modesto poblado concentra en un puñado de calles una muestra de arte de valor incalculable. Es más, se podría decir que todo el pueblo es un enorme museo histórico, una ventana al pasado.
Desde Santillana del Mar, se puede viajar en el tiempo incluso hasta la era prehistórica. Pásate por Altamira y conecta con los ancestros de la humanidad frente a las pinturas rupestres de las cuevas. Pero no te olvides de las joyas medievales del patrimonio santillano, como la colegiata.
3. Llanes
Cantaba el poeta que no había nada más allá de Llanes. Puede que el mundo no se acabe al salir de los límites llaniscos, pero sí que cuesta encontrar un pueblo igual de encantador. Y es que Llanes es el resultado de una mezcla difícil de superar que fusiona lo mejor de la tradición asturiana.
Su exquisita oferta gastronómica, nutrida de chuletones y cachopos, es el condimento ideal para disfrutar de un casco antiguo donde sobresalen los palacios y las casas señoriales. Ah… y también hay playas, calas y paisajes marinos que sirven de escenario para practicar todo tipo de actividades acuáticas.
4. Ribadesella
Si ya conoces Llanes, prueba con Ribadesella. También ofrece playas y cuevas prehistóricas con muestras de arte rupestre, las de Tito Bustillo (declaradas patrimonio mundial por la UNESCO). Su comida también es excelente, y bastante asequible si quieres darte un homenaje a buen precio.
Pero el reclamo principal de Ribadesella es el Sella, cuyas aguas procedentes del deshielo de los Picos de Europa son perfectas para practicar rafting, descensos en canoa y multitud de actividades extremas para ponerte a prueba. ¡Y en agosto tienes la competición internacional del Descenso del Sella!
5. Viveiro
La Mariña lucense tiene por capital uno de los pueblos con más encanto de la costa gallega (al menos de la cantábrica). Viveiro es un tesoro en todos los sentidos, un destino que no puede faltar en cualquier escapada por el norte peninsular, sobre todo si quieres comer bien y ver edificios centenarios.
Un poco de bonito, una copa de vino de la región, un par de fotos a la Puerta de Carlos V y el viaje está más que amortizado. Aunque no es lo único que puedes hacer por estos lares, ya que su entorno natural es impresionante. Compruébalo con un bañito en la playa de Area y una visita al mirador de San Roque.